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sábado, 22 de octubre de 2016

Si Dios lo creó todo ¿por qué existe el sufrimiento?

¡ Sal para frenar el sufrimiento !
Lesbos (Grecia). Un socorrista sostiene a un  bebé tras el naufragio de un catamarán procedente de Turquía, con unos 150 refugiados a bordo, en su mayoría de Siria (30 octubre 2015)
Palabras de misioneros: ¡Ay de mi si no anuncio el Evangelio!. A Jesucristo, que es el centro de la historia y del universo. Nunca me cansaré de hablar de él; él es la luz, la verdad y el camino.
Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, oprimido. Por nosotros habló, instituyó el nuevo reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los tienen hambre de justicia son saciados, en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son hermanos.
Éste es Jesucristo que conocemos por nuestra condición de cristianos. Nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos.

“Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (Evangelii gaudium, 49).
Es cierto que los motivos para salir físicamente hacia otro lugar pueden ser muy variados. En unos casos, puede tratarse de un viaje gratificante, por motivos de placer, laborales o de estudios. En otros, tristemente, de un desplazamiento forzado y cargado de sufrimientos, como el de tantos inmigrantes y refugiados, expulsados de sus tierras por el hambre, las guerras, las ideologías totalitarias... Pero hay todavía otro “salir”, que, a diferencia del primero, no se centra en las posibles ventajas para quien lo realiza, sino que es un vencimiento del yo; no viene provocado por imposiciones de otros, sino que es fruto de una radical libertad. Es el “salir” que nos enseñan los misioneros.

La generosidad de los misioneros constituye una auténtica contribución social, que ayuda a ver al otro como hermano y no como enemigo, y a hacer posible que entre todos tejamos una red de solidaridad y justicia.
Las palabras de Dios a Abrahán, “Sal de tu tierra” (Gén 12,1), son también una invitación para todos, para los cristianos llamados a abandonar la inercia y a dejar los recintos cerrados para salir al encuentro del necesitado; es decir, a romper el círculo “de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad” (EG 8), para ser una “Iglesia en salida” (EG 24). Porque “una Iglesia cerrada en sí misma, sin apertura misionera, es una Iglesia incompleta o una Iglesia enferma” (Mensaje DOMUND 1981).
El misionero “sale de su tierra” porque el Evangelio “sale de su corazón”, queriendo llegar a tantos pueblos que no han oído hablar de Cristo. Sin olvidar que, cuando se habla de la labor misionera, no hay contraposición entre evangelización y ayuda en los diversos campos de promoción de la persona, “la actividad misionera anuncia el Evangelio y abre el camino al desarrollo humano” (Mensaje DOMUND 1970). ¡Sal de tu yo!. ¡Sal al encuentro para paliar tanto sufrimiento sin explicación!


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